Hasta hace poco el nombre de William Vélez Sierra no le decía mayor cosa a cualquier ciudadano de a pie. Sólo en exclusivos círculos de negocios se sabía de él y su importancia en el mundo de la ingeniería y la contratación pública. Su bajo perfil ayudó a que en poco tiempo se construyeran toda clase de mitos sobre su fortuna y la forma como ha hecho crecer sus empresas. Hay quienes dicen que es el nuevo Julio Mario Santo Domingo, algo desproporcionado. Y que sus negocios son resultado de favores e influencia gracias a su estrecha amistad con el presidente Álvaro Uribe, lo que desconoce años de esfuerzo en la construcción de empresas especializadas que gozan de credibilidad y confianza. Los mitos empezaron a estallar en los medios, desconcertando a las grandes audiencias sobre quién es este personaje y cuáles son los verdaderos alcances de esta invisible pero creciente influencia empresarial.
La expansión de las empresas de William Vélez ha venido de la mano de múltiples negocios con el Estado. Así pasa con el servicio de aseo en una veintena de municipios, como Barranquilla y buena parte de Bogotá. También con los rellenos sanitarios de ciudades como Cali y Valledupar, y el alumbrado público de siete ciudades como Popayán y Santa Marta. Pero esto es sólo el 30 por ciento de su actividad empresarial. Constituyen otro porcentaje sus intereses en concesiones viales. Con sólo seis años en esta actividad, es considerado un zar de este sector. Sus empresas han ganado una decena de concesiones para construir cientos de kilómetros de vías nacionales, uno de los nuevos tramos del TransMilenio de Bogotá y la construcción del aeropuerto El Dorado. Además tiene el 13 por ciento de la firma Odinsa, la más grande promotora de obras civiles del país, y de la que es fundador.
William Vélez también hace montajes industriales especializados y mega estructuras de acero, como la que soporta el gigantesco puente de la calle 92 en Bogotá, o las del metro cable en Medellín. Tiene intereses en redes de transmisión eléctrica y es el constructor de al menos el 70 por ciento de las subestaciones del país. Participa también del sector petrolero, donde realiza montajes, hace mantenimientos de oleoductos y opera campos. Es además un importante ganadero de Urabá, tiene empresas de lácteos, fábricas de ropa interior femenina y de cosméticos. Y participa en el consorcio liderado por el Grupo Planeta, para optar por el tercer canal de televisión.
Sus empresas generan unos 9.000 empleos, no tienen fronteras y facturan cientos de millones de dólares al año. Están en una decena países del continente, donde se destacan las de México. Y lo más admirable es que el emporio construido por este ingeniero eléctrico antioqueño de 67 años, comenzó hace cuatro décadas con la venta de material eléctrico en los pueblos.
Hoy es centro de atención porque supuestamente tiene intereses en cuanto negocio público hay y por su estrecha relación con el Presidente, lo que para él ha despertado análisis injustos y equivocados.
La amistad con los Uribe es de vieja data. De hecho, su padre fue cercano a Alberto Uribe Sierra, progenitor del Presidente, en la época en que este último negociaba tierras. Del paso de Uribe por la gobernación de Antioquia le quedaron a Vélez dos de sus grandes amigos: el fallecido Pedro Juan Moreno y el ex consejero presidencial José Obdulio Gaviria, con quien se reúne con frecuencia.
La empresa semilla del que hoy se llama Grupo Ethuss fue Eléctricas de Medellín. Su siguiente salto fue lograr una participación en Termotécnica, que ya era muy fuerte en el sector hidroeléctrico, y luego se asoció con H. B. Estructuras Metálicas, que tenía trayectoria en fabricación y montaje de grandes estructuras. La inteligente articulación de las actividades de sus empresas, sumada a su habilidad como negociante, lo hizo imparable en el sector eléctrico, donde creció con éxito. El negocio de la energía lo acercó también a otra influyente casa paisa, los Valencia Cossio, a través de Ramiro, quien es experto en la materia y hoy uno de sus hombres de confianza.
Con la apertura económica de inicios de los años 90, y los espacios que se propiciaron en la nueva Constitución, Vélez abrió una nueva línea de negocios: las concesiones de servicios públicos. Fue pionero en instrumentar este controvertido modelo de negocio con la primera concesión de aseo público que se hizo en Santa Marta, y de ahí se derivaron las decenas mencionadas anteriormente. Allí sus empresas se asesoraron de empresarios como David Name, de Barranquilla, y participaron como socios con Alfonso Hilsaca, que en Cartagena conocen como el 'Turco', en un negocio que no se concretó. Sus intereses en el sector del aseo le han valido señalamientos de negocios con los hijos del Presidente que tienen una empresa de reciclaje, lo que niega.
Para la misma época en que comenzaron las concesiones, Vélez le dio vida a Odinsa, un proyecto conjunto con Carlos Rodado Noriega, ex ministro de Minas y Energía, actual embajador de Colombia en España, y otros socios de trayectoria como constructores de vías, como son las firmas de los ingenieros antioqueños Correa y Greidinger.
Así como sus intereses en los negocios de las concesiones empezaron a arrojar importantes dividendos para moverse en más actividades, también empezaron a traer dolores de cabeza. Una investigación del portal Verdadabierta.com reveló que la Fiscalía evalúa un paquete de mensajes internos de los paramilitares en los que se mencionan supuestos acuerdos en los que las empresas de Vélez les darían a estos grupos ilegales el manejo de los rellenos sanitarios en donde sus empresas lograran las concesiones de aseo. "Con toda honestidad se lo digo, la política de la empresa, la orden a todo el mundo es no tener trato alguno con grupos ilegales ni pagar extorsiones", dijo Vélez en ese momento. Los mensajes fueron considerados por el organismo de investigación, pues hacen parte del paquete del llamado computador de 'Jorge 40', y además muestran un llamativo nivel de detalle de la operación en la que estaban los negocios de Vélez. "Quizá pudo haber gente infiltrada en las administraciones de esas ciudades o incluso en alguna empresa que tenía esa información", mencionó al portal.
Con la llegada de Uribe a la Presidencia las miradas sobre sus actividades se hicieron más inquisitivas. Su amistad con el mandatario le significó que algunos comenzaran a dudar que sus negocios tuvieran éxito por mérito, sin importar que la mayoría de ellos fueran actividades que se venían desarrollando por años. También despertó inquietud que uno de sus más cercanos colaboradores, Miguel Peñalosa, se hubiera convertido en mano derecha del Presidente. Los interrogantes aumentaron cuando se confirmó su participación en varios de los proyectos más importantes del país, como el aeropuerto El Dorado. Un proceso adjudicado por licitación y avalado por los organismos de control.Luego se conoció que fue uno de los financiadores de la campaña del referendo, lo que no pasó inadvertido.
Que su nombre apareciera en la propuesta que el Grupo Planeta hace por el tercer canal hizo que su nombre fuera comentado en los medios electrónicos. Según los registros, de la participación total de Planeta, que es el 40 por ciento de la oferta, una de las firmas de Vélez tiene apenas el 2 por ciento. Él dice que su interés allí es por la posibilidad de fabricar las antenas que se requerirían, pero que no ha definido si se mantiene hasta el final.
Pero del cúmulo de versiones sobre sus actividades, una sacó de paciencia a Vélez. Según ella, se reunieron en Palacio el empresario, el presidente Uribe, Luis Fernando Jaramillo, actual presidente de Odinsa, y el embajador de Rusia para tratar temas relacionados con el proyecto de comprar un satélite de telecomunicaciones para el país. Los supuestos participantes de dicho encuentro han negado que este se haya celebrado. Vélez dice que no sabía que Odinsa asesoraba a los rusos.
Por cuenta de su negocios Vélez perdió en parte su vida privada. Por ejemplo, ha tenido que salir a dar explicaciones de su extensa finca en Arboletes, en el Urabá, y ha dicho que, contrario a lo que se sugiere, por la violencia él y su familia tuvieron que alejarse de allí por 12 años. También sacrificó su anonimato. De hecho, la primera vez que esta revista lo consultó, en 2004, llegó solo y en taxi. Ahora ya no puede darse ese lujo, algo que le atribuye a las que considera mentiras construidas en torno a él, y a su exposición a los medios. Por eso no aceptó hablar para esta nota.
Personas que en diferentes momentos de su carrera lo han conocido de cerca, coinciden en su habilidad para liderar equipos, comprometerlos con los proyectos, y su sorprendente capacidad de trabajo, de mínimo 14 horas diarias. También coinciden en su austeridad, incluso en ocasiones llevada al exceso. Por ejemplo, una periodista que hace un par de años escribió un artículo sobre él, y que luego se hizo su amiga, aún tiene presente cómo tuvo que pagar la cuenta una vez que salió a comer con él.
Así es don William, como lo llaman sus empleados, el más representativo de una nueva clase empresarial que se fortaleció en la era Uribe por cuenta de los grandes contratos con el Estado, y que ya hace parte de los nuevos 'cacaos' colombianos.
La expansión de las empresas de William Vélez ha venido de la mano de múltiples negocios con el Estado. Así pasa con el servicio de aseo en una veintena de municipios, como Barranquilla y buena parte de Bogotá. También con los rellenos sanitarios de ciudades como Cali y Valledupar, y el alumbrado público de siete ciudades como Popayán y Santa Marta. Pero esto es sólo el 30 por ciento de su actividad empresarial. Constituyen otro porcentaje sus intereses en concesiones viales. Con sólo seis años en esta actividad, es considerado un zar de este sector. Sus empresas han ganado una decena de concesiones para construir cientos de kilómetros de vías nacionales, uno de los nuevos tramos del TransMilenio de Bogotá y la construcción del aeropuerto El Dorado. Además tiene el 13 por ciento de la firma Odinsa, la más grande promotora de obras civiles del país, y de la que es fundador.
William Vélez también hace montajes industriales especializados y mega estructuras de acero, como la que soporta el gigantesco puente de la calle 92 en Bogotá, o las del metro cable en Medellín. Tiene intereses en redes de transmisión eléctrica y es el constructor de al menos el 70 por ciento de las subestaciones del país. Participa también del sector petrolero, donde realiza montajes, hace mantenimientos de oleoductos y opera campos. Es además un importante ganadero de Urabá, tiene empresas de lácteos, fábricas de ropa interior femenina y de cosméticos. Y participa en el consorcio liderado por el Grupo Planeta, para optar por el tercer canal de televisión.
Sus empresas generan unos 9.000 empleos, no tienen fronteras y facturan cientos de millones de dólares al año. Están en una decena países del continente, donde se destacan las de México. Y lo más admirable es que el emporio construido por este ingeniero eléctrico antioqueño de 67 años, comenzó hace cuatro décadas con la venta de material eléctrico en los pueblos.
Hoy es centro de atención porque supuestamente tiene intereses en cuanto negocio público hay y por su estrecha relación con el Presidente, lo que para él ha despertado análisis injustos y equivocados.
La amistad con los Uribe es de vieja data. De hecho, su padre fue cercano a Alberto Uribe Sierra, progenitor del Presidente, en la época en que este último negociaba tierras. Del paso de Uribe por la gobernación de Antioquia le quedaron a Vélez dos de sus grandes amigos: el fallecido Pedro Juan Moreno y el ex consejero presidencial José Obdulio Gaviria, con quien se reúne con frecuencia.
La empresa semilla del que hoy se llama Grupo Ethuss fue Eléctricas de Medellín. Su siguiente salto fue lograr una participación en Termotécnica, que ya era muy fuerte en el sector hidroeléctrico, y luego se asoció con H. B. Estructuras Metálicas, que tenía trayectoria en fabricación y montaje de grandes estructuras. La inteligente articulación de las actividades de sus empresas, sumada a su habilidad como negociante, lo hizo imparable en el sector eléctrico, donde creció con éxito. El negocio de la energía lo acercó también a otra influyente casa paisa, los Valencia Cossio, a través de Ramiro, quien es experto en la materia y hoy uno de sus hombres de confianza.
Con la apertura económica de inicios de los años 90, y los espacios que se propiciaron en la nueva Constitución, Vélez abrió una nueva línea de negocios: las concesiones de servicios públicos. Fue pionero en instrumentar este controvertido modelo de negocio con la primera concesión de aseo público que se hizo en Santa Marta, y de ahí se derivaron las decenas mencionadas anteriormente. Allí sus empresas se asesoraron de empresarios como David Name, de Barranquilla, y participaron como socios con Alfonso Hilsaca, que en Cartagena conocen como el 'Turco', en un negocio que no se concretó. Sus intereses en el sector del aseo le han valido señalamientos de negocios con los hijos del Presidente que tienen una empresa de reciclaje, lo que niega.
Para la misma época en que comenzaron las concesiones, Vélez le dio vida a Odinsa, un proyecto conjunto con Carlos Rodado Noriega, ex ministro de Minas y Energía, actual embajador de Colombia en España, y otros socios de trayectoria como constructores de vías, como son las firmas de los ingenieros antioqueños Correa y Greidinger.
Así como sus intereses en los negocios de las concesiones empezaron a arrojar importantes dividendos para moverse en más actividades, también empezaron a traer dolores de cabeza. Una investigación del portal Verdadabierta.com reveló que la Fiscalía evalúa un paquete de mensajes internos de los paramilitares en los que se mencionan supuestos acuerdos en los que las empresas de Vélez les darían a estos grupos ilegales el manejo de los rellenos sanitarios en donde sus empresas lograran las concesiones de aseo. "Con toda honestidad se lo digo, la política de la empresa, la orden a todo el mundo es no tener trato alguno con grupos ilegales ni pagar extorsiones", dijo Vélez en ese momento. Los mensajes fueron considerados por el organismo de investigación, pues hacen parte del paquete del llamado computador de 'Jorge 40', y además muestran un llamativo nivel de detalle de la operación en la que estaban los negocios de Vélez. "Quizá pudo haber gente infiltrada en las administraciones de esas ciudades o incluso en alguna empresa que tenía esa información", mencionó al portal.
Con la llegada de Uribe a la Presidencia las miradas sobre sus actividades se hicieron más inquisitivas. Su amistad con el mandatario le significó que algunos comenzaran a dudar que sus negocios tuvieran éxito por mérito, sin importar que la mayoría de ellos fueran actividades que se venían desarrollando por años. También despertó inquietud que uno de sus más cercanos colaboradores, Miguel Peñalosa, se hubiera convertido en mano derecha del Presidente. Los interrogantes aumentaron cuando se confirmó su participación en varios de los proyectos más importantes del país, como el aeropuerto El Dorado. Un proceso adjudicado por licitación y avalado por los organismos de control.Luego se conoció que fue uno de los financiadores de la campaña del referendo, lo que no pasó inadvertido.
Que su nombre apareciera en la propuesta que el Grupo Planeta hace por el tercer canal hizo que su nombre fuera comentado en los medios electrónicos. Según los registros, de la participación total de Planeta, que es el 40 por ciento de la oferta, una de las firmas de Vélez tiene apenas el 2 por ciento. Él dice que su interés allí es por la posibilidad de fabricar las antenas que se requerirían, pero que no ha definido si se mantiene hasta el final.
Pero del cúmulo de versiones sobre sus actividades, una sacó de paciencia a Vélez. Según ella, se reunieron en Palacio el empresario, el presidente Uribe, Luis Fernando Jaramillo, actual presidente de Odinsa, y el embajador de Rusia para tratar temas relacionados con el proyecto de comprar un satélite de telecomunicaciones para el país. Los supuestos participantes de dicho encuentro han negado que este se haya celebrado. Vélez dice que no sabía que Odinsa asesoraba a los rusos.
Por cuenta de su negocios Vélez perdió en parte su vida privada. Por ejemplo, ha tenido que salir a dar explicaciones de su extensa finca en Arboletes, en el Urabá, y ha dicho que, contrario a lo que se sugiere, por la violencia él y su familia tuvieron que alejarse de allí por 12 años. También sacrificó su anonimato. De hecho, la primera vez que esta revista lo consultó, en 2004, llegó solo y en taxi. Ahora ya no puede darse ese lujo, algo que le atribuye a las que considera mentiras construidas en torno a él, y a su exposición a los medios. Por eso no aceptó hablar para esta nota.
Personas que en diferentes momentos de su carrera lo han conocido de cerca, coinciden en su habilidad para liderar equipos, comprometerlos con los proyectos, y su sorprendente capacidad de trabajo, de mínimo 14 horas diarias. También coinciden en su austeridad, incluso en ocasiones llevada al exceso. Por ejemplo, una periodista que hace un par de años escribió un artículo sobre él, y que luego se hizo su amiga, aún tiene presente cómo tuvo que pagar la cuenta una vez que salió a comer con él.
Así es don William, como lo llaman sus empleados, el más representativo de una nueva clase empresarial que se fortaleció en la era Uribe por cuenta de los grandes contratos con el Estado, y que ya hace parte de los nuevos 'cacaos' colombianos.
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